Celibato: un proyecto de vida atractivo

«Ciento por uno» en esta vida, y luego la felicidad eterna. Es la promesa que Jesús hace en el Evangelio a quien lo deja todo para seguirlo exclusivamente, entregándole todo el corazón. ¿Será el celibato un proyecto atractivo? «Ciento por uno»: es la respuesta de Jesús a tantos que recibieron el don del celibato apostólico, cuando le preguntaron: ¿qué será de nosotros?

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Es muy luminosa la respuesta de Jesús a sus discípulos. Habla el Señor a quienes hayan dejado padre, madre, hermanos, hermanas, esposa, esposo o hijos… Jesús sabe que las relaciones afectivas son muy importantes para un corazón pleno. Y su respuesta es comprensiva y esperanzadora: recibirán el ciento por uno precisamente en esos afectos: padre, madre, hermanos, hermanas, esposa, esposo o hijos… También les habla de campos, que es el símbolo del lugar en el mundo para hacer fecundo el propio proyecto de vida.

El Señor quiere decirnos que Él colmará ampliamente el espacio de las relaciones afectivas del corazón que se le entregan, no de un modo espiritualista y angelical, sino con un cariño real y genuino. Esa es la ilusión de Dios: llenar plenamente el corazón del que corresponde a su llamada. También les dice que, por ese camino, la vida tiene un horizonte de fecundidad: el celibato es un proyecto de vida destinado a colmar esos deseos de todo corazón. En estas líneas buscamos responder a la pregunta: ¿por qué es atractivo el celibato como proyecto de vida?

¿Es un proyecto de vida atractivo?

Para responder esa pregunta tal vez deberíamos empezar por hacernos otra anterior: ¿qué debe reunir un proyecto de vida para que resulte atractivo, deseable y motivador? Y para no presentar sólo una teoría como respuesta, hemos hecho una pequeña encuesta a algunos jóvenes. Las respuestas podrían sintetizarse diciendo: Un proyecto de vida atractivo es el que me permita:

  • Dar y recibir amor
  • Que me proponga dejar una huella en este mundo, hacer algo fecundo con mi vida. Que mi existencia tenga sentido. Un espacio donde mi aporte sea, de alguna manera, “irremplazable”
  • Que pueda desplegar mis capacidades y dones
  • Que sea desafiante: que le dé a mi vida un tono de aventura
  • Que me haga feliz

Por supuesto, es una lista que podría completarse y matizarse mucho más. En el fondo, estamos ante la pregunta sobre el modo de vida que nos hará felices… Por eso no pretendemos una enumeración taxativa ni precisa.

Serie Ciento por uno, Fernando Cassol

Una vocación determinada no hace automáticamente feliz a quien la recorre: hay casados que son felices, y otros que no lo son; hay célibes que son felices, y hay otros que no lo son. Podemos decir, por eso, que la felicidad en la vocación depende más bien del modo en el que cada persona la vive o, al menos, de circunstancias más personales que exteriores.

Sin embargo, aquí estamos preguntándonos si el celibato es un camino que responde a esos deseos de un proyecto de vida atractivo. Por lo que ya hemos ido descubriendo y reflexionando sobre el celibato, Dios se propone precisamente un modo de vida que encauce esos deseos: dar y recibir amor, ser querido y querer; ser fecundos, dejar algo valioso en los demás, tener una vida con motivación, con sentido; un proyecto desafiante, en el que comprometer todas las capacidades y aptitudes…

En eso piensa Dios cuando llama a un camino; por supuesto que en eso piensa Dios cuando llama al celibato. Como un buen padre, piensa para su hijo un camino que responde a esos requisitos. Por eso, si se lo descubre desde esta propuesta, el celibato es un proyecto de vida atractivo, desafiante, que vale la pena no sólo aceptar, sino también elegir.

Por supuesto, elegir el celibato no es elegir la soltería como modo de vida: el celibato es un proyecto sobrenatural, propuesto por Dios para vivir en una relación exclusiva con Él y desplegar en este mundo la fecundidad del amor. No se trata de resignarse a una carencia del cónyuge, a sacrificar la posibilidad de vivir afectivamente con otro…

Por eso, si el celibato se lo entiende como una propuesta superadora y ambiciosa de Dios que quiere responder a los grandes deseos que Él mismo conoce… entonces se descubre que ¡es un camino atrayente, estimulante, inspirador!

El celibato como proyecto afectivo

El celibato es un camino realmente atractivo por diversas razones: una de las principales es que se trata de un proyecto afectivo. Es decir, es una forma de vida destinada a recibir y dar amor. Dios ha concebido el celibato, al igual que cada vocación, como una historia de amor personal. Se trata de una relación de exclusividad afectiva con Jesús que se despliega a lo largo de toda la vida y se proyecta hacia el Cielo.

Por tanto, el celibato va más allá de ser simplemente una elección generosa para llevar a cabo muchas buenas acciones y realizar un programa de cosas santas y beneficiosas para muchas personas. Tampoco es un plan para héroes o gente llamada a grandes sacrificios por los demás. Si bien esas motivaciones pueden ser una parte, en primer lugar, se trata de un camino que colma la dimensión afectiva personal cuando se vive como una entrega mutua por amor entre Jesús y quien vive el celibato.

Podemos comprender mejor la idea de proyecto afectivo si lo comparamos con el matrimonio. En ese camino puede resultar más evidente que dos personas se casan porque están enamoradas y desean compartir sus vidas, para amarse cada día más. Lo fundamental en el matrimonio no son los logros profesionales, las metas, la cantidad de hijos que tendrán o la casa, los viajes, la educación… Todo eso ciertamente importa, pero es secundario. La razón central es el amor y la intención de amarse mutuamente, lo cual lo convierte en un proyecto afectivo. Todo lo que suceda, todo lo que se busca como objetivo, todo lo que se vive -de modo esperado o inesperado-, es todo como un pentagrama sobre el que se escribe la sinfonía, el proyecto afectivo de amor mutuo.

El celibato es un proyecto atractivo, serie Ciento por uno

Aventura, no limitación

El celibato, como el matrimonio, es un proyecto afectivo. Por ello, no es apropiado considerarlo principalmente como un sacrificio, una entrega o una limitación. Estos aspectos estarán presentes, sin duda, pero solo como consecuencias naturales del amor. Ver el celibato como un proyecto afectivo también nos aleja de pensar que se elige esta vocación principalmente para realizar buenas acciones o servir a los demás.

La razón principal es que Dios nos ama y nos elige para mantener una relación de amor exclusiva, que comienza para el célibe en este mundo de un modo especial, personal podemos decir. Así, el celibato se entiende desde la perspectiva de recibir y abrazar ese amor, y responder al Señor con amor, entregándose también a los demás.

De esa forma se gana una importante libertad, que es la de precisar las expectativas, lo que se busca y lo que se espera. No se vive entonces como si siempre hubiese que da un examen alcanzando ciertos objetivos (la conversión de muchas personas, brindar ayudas o servicios, o asistir a otros, tener éxito en las iniciativas evangelizadoras, etc…). Con esa libertad se puede vivir más abiertos a lo que la Providencia del Señor proponga, sin atarse a un programa de éxito que deba cumplirse para que valga la pena.

Algunos ingredientes del proyecto atractivo

Basado en ese amor, el celibato puede ser también ofrecido a los demás como amor genuino, cariño y afecto sincero. Esta entrega nace del corazón satisfecho de una persona que, en su camino vocacional, encuentra el Amor de Dios que lo amó primero (cfr. 1 Jn, 4, 19) y, como correspondencia, se vuelca en los demás por amor. A modo de resumen, podemos decir que el celibato como proyecto afectivo se caracteriza por:

  • Una entrega total a Dios por amor, que va más allá de las emociones pasajeras y se convierte en una dedicación constante y duradera. Apoya en el amor a Dios el fundamento de la vocación al celibato, buscando una unión íntima con Jesús.
  • El amor al prójimo como una motivación para servir desinteresadamente, mostrando afecto, compasión y solidaridad, siguiendo el ejemplo de Jesucristo. Una realización particular se da en la fraternidad, permitiendo vivir la vocación en un ambiente de apoyo mutuo, compartiendo experiencias y desafíos, y creciendo juntos en el amor de Dios.
  • El amor a las personas concretas a las que la misión dirige para transmitir el Reino de los Cielos. Esa dimensión invita a que la totalidad de la persona, con todo su corazón, se entregue a los demás. Vivir la misión con todo el corazón aleja del vacío que produciría reducirla a una función.

Leyendas negras del celibato

A veces pueden existir prejuicios o ideas algo distorsionadas sobre el celibato, algo así como leyendas negras que se transmiten o comentan como si fuesen la pura realidad. Es bueno conocer que detrás hay, muchas veces, sólo un mito o una especie de imagen distorsionada que es muy bueno desarmar… Proponemos algunos:

  • «Es una vida solitaria, porque no tendré un amor». La razón principal del celibato es una relación de amor personal y exclusivo con Jesús. Supone, es verdad, un modo distinto de concretarse al del matrimonio, donde la exclusividad por una persona concreta es inmediata y tangible. Pero el don de celibato es un regalo que consiste precisamente en hacer pleno en el corazón esa necesidad de amar y ser amado, no a través de un intermediario, sino directamente por Jesús. Este amor donado por el celibato hace plena la necesidad afectiva por un camino diverso del amor físico matrimonial. Pero eso no significa una soledad de corazón, una ausencia de amor.

Por otra parte, también la vida de célibe por el Reino de los cielos frecuentemente está llena de personas, historias y corazones que lo acompañan en su camino y a los que su misión llega con una especial maternidad/paternidad. Son una buena parte de ese no estar solo en el camino.

  • «Es un camino difícil: ¿cómo sé que no me estoy equivocando?». Todo proyecto importante tiene incertidumbres y riesgos. Es un condimento de la vida, cuando se desea hacerla fructificar. Nadie puede tener certeza matemática (o física) de una decisión vocacional: dos novios se casan seguros el uno del otro por amor, no es una seguridad que garantiza el éxito, sino un amor que los lleva a la confianza. Lo mismo sucede con el encuentro personal con Jesús. Por otra parte, si el discernimiento se hace de modo adecuado, con oración y el consejo de quien puede acompañar, Dios hace el resto y -no hay que olvidarlo- nunca juega con las almas.

pensar en grande, Dios no juega con las almas

¿Y las dificultades en el proyecto del celibato?

  • «Es muy costoso entregar toda la libertad, comprometerse para toda la vida». El compromiso no es algo exclusivo del celibato. También para el matrimonio hace falta un compromiso total, para toda la vida. Por eso es bueno situar esa dificultad en el campo adecuado, no en la entrega exclusiva a Dios.

Vivimos en tiempos donde cuesta especialmente el compromiso, quizás porque entendemos mal la libertad. Pensamos que somos libres si mantenemos la capacidad de decidir. En realidad, somos más libres cuanto más vayamos logrando lo que queremos para nuestra vida. Es más libre quien más hace realidad su proyecto. Y para eso hace falta invertir la libertad: sin libertad no hay proyecto realizado, del mismo modo que sin semilla no hay nueva planta ni cosecha.

  • «Y cuando madure, me encontraré ¡sin hijos!». La fecundidad espiritual que tiene el celibato por el Reino de los Cielos es muy grande. No es una fecundidad como la propia del matrimonio: no tendrá hijos biológicos, herederos de su sangre y sus genes. Se trata de una fecundidad espiritual, que no es menos verdadera, ya que consiste en dar la propia vida para dar vida en el espíritu. Se puede pensar, en ese sentido, que tendrá muchos hijos del espíritu, que se acercarán a Dios como Padre común, a través de su oración, su amistad, su testimonio o su trabajo evangelizador. Por ese carácter espiritual tiene la posibilidad de una extensión muy numerosa y profunda, que sólo podrá ser medida en el Cielo. Por eso el celibato es camino abierto a una gran fecundidad.
  • «Es más seguro tener “alguien concreto” a quien entregarme, a quien querer, de quien recibir amor». Esa es una seguridad relativa: puede verse como más segura, en cuanto a concreta y determinable (tangible, podemos decir), pero no podemos negar que el amor más seguro sólo es el de Jesús. Se comprende que se quiera asegurar percibir el cariño o la compañía con gestos concretos, sensibles y humanos. Sin embargo, como ya lo dijimos, un corazón lleno del amor de Jesús, se encuentra colmado y puede vivir sin esas expresiones sintiéndose a la vez verdaderamente amado y acompañado: eso es, como lo dijimos antes, el don del celibato.

Un gran corazón… ¿trae problemas?

  • «Tengo un corazón muy emotivo: me influyen mucho los sentimientos. No creo que sea para mí el celibato». Es un gran error pensar que el celibato es para personas frías o con una afectividad muy Una de las leyendas negras del celibato es pensar que este camino está hecho para personas que son excepcionalmente equilibradas y hasta frías en sus emociones y afectos. Pareciera que la afectividad viva o inquieta es un peligro o un impedimento… El celibato está hecho para grandes corazones, para personas abiertas al Amor, sensibles a las grandes aventuras de la vida. Una de las tantas muestras de esto es la experiencia de San Agustín, que se reconoce con un corazón inquieto, hasta que descanse en el Amor de Dios, y que le hubiese gustado volcarlo sólo en Él antes: ¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! / Tú estabas dentro de mí, y yo fuera, y por fuera te buscaba, y deforme como era me lanzaba sobre las cosas hermosas por Ti creadas. / Tú estabas conmigo, y yo no estaba contigo…

Rostros y vidas…, más que teorías

¿Es el celibato un proyecto de vida atractivo? Es decir, ¿puede colmar esa vocación los deseos que llevamos en el corazón para nuestra vida?

Las respuestas más motivadoras y contundentes a esa pregunta no están en los manuales o en las teorías sino en vidas concretas, de carne y hueso, que nos podrían responder con un alegre y seguro ¡sí!

El celibato es un proyecto atractivo para la Gen Z

Muchos de ellos son famosos: en primer lugar, y como modelo de modo único, ¡el mismo Jesús!; los Apóstoles; muchos santos que han sido grandes aventureros, apasionados de su camino: Agustín, Catalina de Siena, Francisco de Asís, Juan Pablo II, Teresa de Calcuta, Josemaría Escrivá y una larguísima lista difícil de completar. Hay también muchas historias encantadoras de laicos célibes por el Reino de los Cielos.

El testimonio de la alegría en muchas vidas

El testimonio de personas alegres y entregadas libremente a la misión es un impulso irremplazable para sostener la vocación. Ven y verás (cfr. Cfr. Jn 1, 46), le dijo Felipe a Natanael, que dudaba de que Jesús sea realmente el Mesías. Para las generaciones jóvenes -que buscan encontrar su vocación o han comenzado a transitarla hace poco tiempo- el testimonio de los más grandes, de su experiencia de fidelidad agradecida es una muestra especialmente poderosa de que vale la pena.

En ocasiones, puede ser una prueba -a la que Dios ayuda especialmente- cuando ese entusiasmo encendido no siempre se encuentra en aquéllos que debían inspirar e invitar a proyectarse. En los jóvenes también hay un deseo de renovar el mundo, abrir nuevos caminos de formas a veces un poco solitarias y aventureras: puede ser ese impulso apoyado en la juventud de Dios que también ayude a releer lo entusiasmante del testimonio vocacional, aunque en ocasiones -por muy diversos motivos- no sean mayoritarios o muy numerosos. Vale la pena decir, como invita el Salmo: Tú, Señor, eres mi esperanza y mi seguridad desde mi juventud (Sal 71, 5).

Seguramente en la vida de quien lee estas notas muy probablemente puedan surgir varios nombres de personas concretas y conocidas, que son ejemplos luminosos y cercanos y que proclaman silenciosamente: ¡este modo de vida me ha llenado el corazón! Si Dios lo eligió y te lo propone: ¡vale la pena elegirlo!

Respuestas genuinas… e inspiradoras

La riqueza de la vocación es algo tan personal -y por eso difícil de teorizar- que queremos compartir al final de este artículo, algunas respuestas de personas concretas, que en su espontaneidad nos parecen inspiradoras:

[Preguntamos a “TLL”: ¿por qué razones pensás que una persona joven podría ver en el celibato un proyecto de vida atractivo?]

Y nos responde: Porque quiere lo que Jesús quiera, porque sabe que quiere lo mejor para ella. Para que entregando la vida a los planes de Jesús pueda devolver un poquito de su amor.

Porque el matrimonio no es la única forma de ser feliz. Mientras nuestra vida sea una donación a Dios y los demás podremos ser felices. Siendo solteros, casados, viudos, separados, perseguidos, secuestrados, enfermos, con hijos, sin hijos, siendo viejos, jóvenes o en las circunstancias que Dios nos pida. Pienso que la clave es ser magnánimos porque Dios es grande, nos regala mucho, confía en nosotros más que nosotros mismos, y todavía tiene un mundo al que depositarle la gracia de su pasión, muerte y resurrección. Dentro de todos los soldados que tiene en la Tierra, seguro necesita algunos más liberados para llevarlos y traerlos donde el disponga. Que podamos estar como Jesús estuvo para los demás.

[Preguntamos a “AC”: ¿cómo te ves en tu celibato? ¿cómo lo explicás?]

Su respuesta: Soy una apasionada de las historias, de todo tipo de historias, pero sobre todo de historias reales. Por eso, una de mis mayores pasiones, es escuchar a las personas contarme su propia historia, la historia de sus vidas: de sus ilusiones, miedos y desencantos; de sus sueños, alegrías y temores; de sus heridas, luchas y amores. Y las que más disfruto, sin duda, son estas últimas: las historias de amor.

Así, como es de imaginar, después de escuchar tantas historias, crecí con la ilusión de algún día poder escribir la mía. ¡Pero lo que nunca pensé, era que el protagonista de esa, mi historia de amor, iba a ser Dios!

Un camino hecho de amor

[Preguntamos a “FF”: ¿Por qué razones una persona joven podría pensar que el celibato está bueno, como proyecto de vida?]

FF nos respondió: El celibato es algo bueno, porque viene de Dios. Si el Señor nos regala esa vocación, es porque es el camino que nos da para ser felices. Tener bien en claro que Él no se deja ganar en generosidad, nos da un poco más de seguridad al momento de decidir.

Naturalmente todos tendemos a un amor en la tierra. Por eso es importante ver el celibato como un camino de Amor. Una persona célibe, es una persona que sabe encontrar el amor de Dios en todos los aspectos de su vida, llenando su corazón de Él. De este modo, se sacian los afectos a los que estamos inclinados naturalmente, ya que no hay amor más grande que ese. El celibato sin Amor, no tiene sentido.

Dios quiere necesitarnos

[Preguntamos a “MD”: ¿Por qué razones una persona joven podría pensar que el celibato está bueno, como proyecto de vida?]

Su respuesta: Creo que lo que más moviliza es la misión de ser mediadores entre Dios y las almas, ser brazos para el Señor. Es bueno verlo como una llamada a una relación muy especial y profunda con el Señor, un proyecto afectivo de dos, que lleve a vivir todo en función de Él, y que luego se encauza esa relación en una misión que consiste en mostrar a las almas el amor de Dios.

Dios necesita algunas almas que de manera exclusiva y directa experimenten su paternidad para ser altavoces de ese cariño. Una orientación de la vida como servicio muy marcada. Pasar ocultos para sostener a otros. Celibato como una oportunidad especial para servir a muchas almas y acercar el Amor de Dios a todos, no sólo desde el hacer sino sobre todo desde el ser.

El amor verdadero supera toda expectativa

[Preguntamos a “CS”: ¿Cómo puede colmar el celibato el deseo de fecundidad de una persona?]

CS nos responde: El amor es tan grande que es capaz de dar vida, y en el sentido espiritual eso no tiene límites. No hay límites para la maternidad en el celibato, porque por amor a Dios podemos dar vida eterna a otros. Podemos agrandar alma y corazón para que siempre entren más personas; para acoger, cuidar, hacer crecer y dejar volar a cuantas personas encuentren en nosotras un hogar. Eso es lo más propio de la mujer y lo he visto increíblemente vivido por personas célibes. Es conmovedor ver que el corazón, cuando tiene por único “dueño” a Dios, se sabe dar a todos sin exclusividad a nadie más que a Él, y justamente por eso no deja a nadie afuera.

La fecundidad del alma y del corazón traspasan cualquier expectativa más humana o física, porque no tienen límites.

¿Y ante la incertidumbre…?

[Preguntamos a “CS”: ¿Cómo aceptar la vocación al celibato ante la incertidumbre que se presenta y no estar seguros?]

Nos responde: Todo lo bueno empieza con un salto al vacío, por lanzarse a lo desconocido, aunque sea llenos de vértigo. Ningún proyecto de vida que vale la pena está en mi zona de confort.

Es normal buscar seguridades para atenuar miedos, pero tarde o temprano, tenemos que aprender a vivir bailando con Dios.

Buscar garantías en lo conocido, en nuestras seguridades afectivas, es lógico pero un poco errado. Porque la única verdadera garantía es Dios. Casados o célibes, el único capaz de llenar mis anhelos es Él.

¿Para la gen Z el celibato es un proyecto atractivo?

[Finalmente preguntamos al ChatGPT: ¿Por qué hoy sería atractivo el celibato apostólico para un joven de la generación Z?]

Y nos sorprendió con una respuesta muy acertada…: El celibato apostólico es una fuente de alegría y de fecundidad espiritual que brota de la unión con Dios y con la Iglesia. Un joven de la generación Z que siente el vacío y la angustia de una vida sin Dios podría encontrar en el celibato apostólico una vía de realización personal y de felicidad auténtica, que nace de la comunión con Dios y con los hermanos, y que se manifiesta en el servicio generoso y desinteresado a los demás.

Fernando Cassol

Artículos de la serie Ciento por uno sobre el celibato

Fernando Cassol
Fernando Cassol
Fernando Cassol es sacerdote de la Prelatura del Opus Dei. Ejerce su ministerio en Buenos Aires (Argentina). Graduado en Ciencias Económicas se especializó en Filosofía, en la Universidad de la Santa Cruz (Roma). Su tarea principal se centró en la formación y acompañamiento espiritual de jóvenes, trabajando en particular con los que comenzaban su camino vocacional en el celibato.
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Curso de acompañamiento espiritual y resolución de conflictos, Universidad de Navarra, psicología y vida moral