El celibato en el contexto cultural actual

La cultura contemporánea influye en la percepción del celibato de modo muy diverso. En este primer artículo de una serie, daremos un pantallazo de algunos enfoques, que permitan situar el celibato en el contexto cultural actual. Aunque algunos elementos contribuyen a que esta vocación cristiana encuentre hoy cierta incomprensión cultural, esto es a la vez una oportunidad para llegar más profundamente a sus raíces, tanto en la comprensión teórica –teológica y antropológica- como en la experiencia vital.

Índice de contenido

La despersonalización del sexo

La segunda mitad del XX fue testigo de muchas revoluciones culturales y antropológicas. Una de ellas afectó radicalmente la comprensión de la relación, en el hombre, del eros con el amor y, en definitiva, con su felicidad. Las tendencias corporales y la sexualidad se absolutizaron, de modo que se perdió la visión del hombre en su globalidad. La motivación profunda por el bien trascendente de la persona se reemplazó por la satisfacción de sus impulsos sensibles.

Freud fue uno de los autores que ha dejado una fuerte impronta en este sentido. El psiquiatra vienés proponía que «el hombre no es dueño de sí mismo, sino que depende de los impulsos que provienen del inconsciente. En particular, el obrar humano está determinado por la libido o instinto sexual. Las instituciones sociales ponen un freno al pleno desenvolvimiento de la libido, generando neurosis»[1]. Según Freud, «el impulso erótico se sublima en leyes, en la moral, en las costumbres, en la religión»[2]. Desde este punto de vista, el celibato sería también una regla represiva de la fuerza de la libido y, según el psicoanálisis, represora de una fuerza radical de la persona.

Luego también Wilhelm Reich, psicoanalista austríaco y discípulo de Freud, intentó una síntesis entre el psicoanálisis y el marxismo. Fue uno de los promotores intelectuales de la Revolución sexual. Sostenía que la sexualidad es una realidad material y energética, una función que forma parte de la realización de la persona. Sostiene que el ejercicio de la sexualidad debe estar libre de toda inhibición, prohibición o norma. Así, la misma institución familiar constituye una limitación normativa que la sociedad impone a la libre realización sexual.

Según Reich, renunciar a la actividad sexual equivale a mutilar a la persona. Por tanto, celibato sería una mutilación funcional que lleva a la frustración existencial. Esta forma de vida sería fuente de desequilibrios psíquicos, y se lo debería considerar un factor patógeno, asimilable a una neurosis.

Aunque la postura de Reich ha sido ya refutada ampliamente por otras corrientes de la misma psicología, tuvo una notable difusión especialmente en las décadas de 1970 y 1980 y ha penetrado en una visión de la sexualidad que hoy todavía tiene cierta vigencia.

La «revolución sexual» tuvo una fuerza muy potente que todavía hoy influye en la cultura. Impregnó la idea de hombre, de familia y del amor humano y, de modo derivado, la del celibato. Parecería que sin el ejercicio de la capacidad sexual no se puede vivir. La tendencia a absolutizar el sexo es una vieja tentación del género humano que esta revolución cultural potenció.

El narcisismo postmoderno

Otra característica de nuestra época es el narcisismo. Se trata de una relación afectiva patológica con uno mismo. Es una disfunción –muchas veces llega a ser un trastorno de la personalidad- que la psicología señala como característica en nuestra época.

Con frecuencia late en las personas una pregunta: ¿realmente merezco ser amado y admirado? Esa inquietud puede activar una búsqueda exigente de metas y logros que descentran de lo que da libertad.

Hay un sano narcisismo y otro, patológico y disolvente. El sano narcisismo podemos resumirlo como la búsqueda de una adecuada autoestima: un juicio realista, sereno, que valore justamente las propias cualidades. El recto amor de sí es una virtud necesaria, expresión de madurez. De esa auto-apreciación depende la solidez necesaria para la vida social y afectiva, la capacidad de ser flexibles y fuertes cuando corresponde, saber disfrutar de lo bueno y vivir con alegría y paz, etc.

Celibato en el contexto cultural contemporaneo, el narcisismo post moderno, serie de artículos Fernando Cassol

El narcisismo patológico, por el contrario, lleva a un obsesivo apego a la propia persona y al estado emocional. Conduce a replegarse de modo egoísta y, por tanto, hace difícil la donación personal. Genera una necesidad continua de recibir afecto, aprobación, elogio y admiración. Sus lazos son fácilmente posesivos y angustian con el miedo a perder afectos.

En definitiva, el narcisismo es una actitud ante la vida que hace dificultosa cualquier entrega por amor y, por tanto, también el celibato. Alguna vez una persona célibe definía su vocación diciendo que consistía en brillar un poco menos, para que los demás brillen mucho más. Es una imagen magnánima y llena de fecundidad. El celibato necesita la libertad que da la sana autoestima, para darse personalmente con libertad y siendo así plenos.

El proyecto de no tener proyecto

En la cultura postmoderna encontramos también un giro en la comprensión de la libertad. Se ha difundido un modo de entenderla con la mera posibilidad de elegir. Ser libre sería, entonces, no tener limitaciones ni coerciones para elegir lo que se desea. De esa perspectiva surge la idea de que un proyecto que supone un compromiso de por vida es contrario a la libertad. Se puede comprender así que se haya difundido una desvalorización de los proyectos vocacionales y los compromisos que abarcan toda la vida.

Cuando la libertad se entiende como posibilidad de elegir, ser libre significa no elegir nada que me determine, que impida conservar opciones. Desde esta perspectiva se persigue una libertad paradójica que se autobloquea, es decir, para conservar la libertad no se toman decisiones definitivas. La libertad, entonces, no sirve nada más que para poder elegir, aquí y ahora, pero no sirve para construir un proyecto global, para hacer algo valioso con la propia vida.

Celibato en el contexto cultural contemporaneo, el proyecto de tener un proyecto

Es claro que la libertad de elección es necesaria y deseable. Pero es importante considerar que no es la única condición de la libertad, ni tampoco la más decisiva. La libertad del hombre trasciende el límite de las circunstancias porque puede llegar a vivir esas mismas condiciones sin resignar lo más importante en su vida: ser feliz. Es la ventana a una libertad más profunda y fundamental: la libertad de adhesión.

Identificar la libertad con la capacidad de elegir lleva a pensar que una vida libre no podría ser un proyecto a largo plazo, sino una experiencia instantánea, siempre nueva y errática. Así, tanto el celibato como el matrimonio serían compromisos vitales que limitarían la libertad.

Por otra parte, cuando las opciones vitales se entienden bajo esta perspectiva, fácilmente se tornan muy frágiles. Cuando esta idea determina el actuar de una persona, la vivencia vocacional se torna débil o meramente exterior. Por ese camino se cae fácilmente en un círculo paradójico: se espera sentirse enamorado para luego dar un sí definitivo, sin advertir que, justamente para encontrarse enamorado, la condición previa es entregarse por completo.

Es importante comprender que nuestro ser personal está pensado por Dios para lo infinito, y con Su ayuda, el camino personal es posible. El plan de Dios para uno requiere integrar todas nuestras dimensiones en ese camino: espiritualidad, racionalidad, afectividad y corporalidad[3]. ¡Y ello, por Amor! «Prometer un amor para siempre –enseña también el Papa Francisco- es posible cuando se descubre un plan que sobrepasa los propios proyectos, que nos sostiene y nos permite entregar totalmente nuestro futuro a la persona amada»[4].

Una generación necesitada de modelos genuinos

«El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan», decía el Papa San Pablo VI. Y por eso, concluía, «si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio»[5]. El poder y la elocuencia del testimonio genuino es hoy un valor muy necesario. Eso mismo puede ser un punto fuerte para revitalizar el celibato.

Quienes recibieron el don del celibato y lo viven con la actitud adecuada, muestran un santo orgullo por el regalo que los define. Intentan sinceramente mostrar a los demás un estilo de vida positivo, que vale la pena y no ha pasado de moda, que se busca compartir como una perla de gran valor. Así, esa satisfacción y gozo natural, fomentan la salud, la iniciativa y la perseverancia[6].

El celibato en la cultura contemporanea busca modelos genuinos, serie de artículos Fernando Cassol

Es un desafío y una gran oportunidad para la entrega total por el Reino de los Cielos. Hoy los jóvenes están menos condicionados por lo políticamente correcto cuando la causa que los convoca es vivida y encarnada por testigos que arrastran, porque la viven con convicción y pasión. Como en la época de los primeros cristianos, también ahora están dadas las condiciones para que muchos se abran y descubran el valor generoso del celibato a través del testimonio encendido de los que hoy lo viven, incluso en medio de un mundo con dificultades y que tantas veces rechaza a Dios. La ilusión y convicción que trasmiten las vidas de los testigos pasa por encima de cualquier dato sociológico adverso, dejando que brille la luminosa verdad de la aventura vocacional.

Fernando Cassol

[1] Fazio, M., Historia de las ideas contemporáneas, Rialp, Madrid (2007), 331-332.

[2] Fazio, M., Historia de las ideas, Rialp, Madrid (2007), 333.

[3] Cfr. Vial, W., Psicología y celibato, en Caballero, Juan Luis (Ed.), El celibato cristiano. Una vida plena y fecunda. Palabra (Madrid), 2019, 180.

[4] Papa Francisco, Enc. Lumen fidei, n. 52.

[5] S. Pablo VI, Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 8-XII-1975, n. 41.

[6] Cfr. Vial, W., Psicología y celibato, en Caballero, Juan Luis (Ed.), El celibato cristiano. Una vida plena y fecunda. Palabra (Madrid), 2019, 185.

Artículos de la serie Ciento por uno sobre el celibato

Fernando Cassol
Fernando Cassol
Fernando Cassol es sacerdote de la Prelatura del Opus Dei. Ejerce su ministerio en Buenos Aires (Argentina). Graduado en Ciencias Económicas se especializó en Filosofía, en la Universidad de la Santa Cruz (Roma). Su tarea principal se centró en la formación y acompañamiento espiritual de jóvenes, trabajando en particular con los que comenzaban su camino vocacional en el celibato.
Contact Us

We're not around right now. But you can send us an email and we'll get back to you, asap.

Asfixia digital en jóvenes, Jreducir el tiempo de pantallas, vivir felices sin tanta red, osé María Cameán