Mi carácter y yo

¿Cuál es la relación, por así decirlo, entre mi carácter y yo? ¿Soy responsable de mi forma de ser?

En este vídeo vemos las claves para entender por qué somos como somos y los medios para crecer o madurar, con serenidad y constancia. La experiencia subjetiva y el conocimiento de los demás muestran que es posible llegar a ser mejores seres humanos, y por eso mismo más felices.

¿Soy responsable de mi forma de ser?

Muchas veces nos preguntamos si somos o no responsables de nuestra forma de ser, y más en concreto, nos hacemos, o nos hacen, preguntas como: ¿por qué me pongo nerviosos al hablar en público? ¿Por qué soy tan tímido?, ¿por qué fui tan pesado con ese hermano o con ese amigo, aunque les quiero, por qué ayer estaba tan contento y hoy me siento triste? ¿Por qué no logro dejar el tabaco?

Saber por qué somos cómo somos o cuál es nuestra responsabilidad en la forma de ser es algo fascinante, que interesa a la humanidad desde hace muchos siglos.

Teofrasto, discípulo y sucesor de Aristóteles en la escuela de Atenas, se extrañaba de por qué los griegos, habiendo nacidos todos bajo el mismo cielo, y recibido una educación similar fueran todos tan distintos… Escribió una pequeña obra titulada Caracteres: describe muchas formas de ser: avaricia, pesimismo, soberbia, relacionándolo con las actividades diarias de la época.

Del pesimista, por ejemplo, comenta que es aquel que se queja continuamente: cuando un amigo le manda algo de comida dice que lo ha hecho para no invitarle a comer. Se enfada con Zeus, porque llueve poco o mucho o demasiado tarde; si encuentra algo de dinero en la calle, se lamenta de no encontrar nunca un tesoro, al que le felicita porque ha tenido un hijo, le dice, sí, pero he perdido la mitad del patrimonio…

Teofrasto murió con 85 años, lamentándose de tener que dejar la vida, cuando comenzaba a entender algunas cosas…

1. La polémica entre el Nature y el Nurture

Hoy se sabe mucho más sobre por qué somos como somos, pero la polémica continúa y toma la forma de lo que a veces se llama el Nature or nurture. De algún modo traduce la distinción entre Temperamento y Carácter, que son los componentes de nuestra personalidad o modo de ser: temperamento viene de humores, la mezcla de esos humores o fluidos líquidos que los griegos pensaban que eran causantes de nuestra forma de ser. Esos fluidos daban lugar a sanguíneos, flemáticos, coléricos y melancólicos.

Carácter, en cambio, son los aspectos del modo de ser adquiridos con la educación, en la familia, en el colegio, el ambiente en que vivimos, los sucesos positivos o negativos. El término tiene su origen en las incisiones que hacían los griegos en sus monedas. Dejaban en ellas una huella profunda, imborrable. Así es el carácter, pero nosotros no somos un trozo de metal inerte.

Pienso que con esta división entre temperamento y carácter se puede explicar nuestra forma de ser: sobre un sustrato dado, todo lo que ocurre, incluso antes de nuestro nacimiento, va dejado una huella, una marca que nos acompañará siempre. No somos responsables de nuestro temperamento, pero sí de nuestro carácter: le damos forma, lo modelamos…

La fuerza del espíritu humano y la acción de la gracia de Dios son capaces de modificar nuestro modo de ser.

2. Incluir la responsabilidad en psicología

Dentro de la psicología, muchos excluyen la responsabilidad. Para esas corrientes, todo nuestro modo de ser sería fruto de condicionamientos internos (rasgos heredados, fuerzas ciegas de los impulsos, traumas o conflictos), o externos: las circunstancias exteriores que nos obligan a ser como somos; la familia en que nacimos, el colegio, las amistades.

Así, para las corrientes unidas al psicoanálisis freudiano clásico, el ser humano es siempre empujado. En el ejemplo de un caballo y un jinete, el caballo sería el inconsciente, y el jinete, el yo consciente. A esto se añade una dificultad: el que sabe el camino es el caballo.

Para otros, todo depende de los materiales y de cómo se moldeen. Recuerdo el clásico ejemplo del boomerang que puso John Watson, precursor de las corrientes conductistas: si yo lanzo un boomerang, este vuelve a mí, por sus materiales y por cómo está hecho. Del mismo modo, el ser humano se comporta de una determinad manera, por cómo está hecho.

El extremo contrario sería negar la existencia del caballo, y decir que la forma del boomerang o sus materiales no tiene ninguna importancia…. Y que yo, y sólo yo, soy responsable de mi forma de ser.

Los dos extremos ayudan poco a la salud, también espiritual, de las personas. Si todo depende de los materiales con los que estoy hecho, o de los impulsos, del caballo… ¿para qué esforzarme por ser un buen jinete, por aprender el camino, por llevar las riendas de mi vida? Si, por el contrario, considero que el caballo no tiene ninguna importancia en mi viaje o que la forma del boomerang da lo mismo, no tomaré algunas precauciones necesarias, no pediré ayuda o no cuidaré al caballo ni me importará la forma del boomerang.

3. La mayor parte de nuestro modo de ser sí depende de nosotros

Se puede decir, y la ciencia psicológica lo abala, que la actitud más saludable, más provechosa es pensar que la mayor parte de nuestro modo de ser sí depende de nosotros.

En el viaje hacia la plenitud de nuestra forma de ser, el jinete es más importante que el caballo. Exagerar demasiado las influencias de los genes, de los impulsos inconscientes, de lo que nos ha ocurrido, lleva a una actitud pasiva y pesimista: sí nada depende de mí, para qué esforzarme por cambiar, para qué intentar que haya mejores personas en el mundo, para qué aspirar a un mundo mejor.

En la historia de la medicina tenemos personas como Cicely Saunders, tan importante para los cuidados paliativos y gracias a la cual existen hoy los Hospicios, o Paul Paul Ehrlich, padre de la inmunología, que descubrió, por su constancia, después de más de 600 intentos, un importante medicamento de su época; pero también encontramos criminales, como el Dr. Mengele.

La diferencia entre esos dos médicos no está solo en el temperamento, aunque pueda influir, sino en lo que quisieron hacer de sus vidas…

La mayoría estamos de acuerdo, por ejemplo, en que robar es malo: pero si alguien comienza a robar, poco a poco irá transformando su forma de ser, en la forma de ser de un ladrón.

Lo mismo se puede decir del que miente de continuo, que llegará a ser un mentiroso, una persona en la que no se puede confiar; del que comienza a drogarse, que será un drogadicto…, del que se deja llevar sin frenos por su sexualidad o por la pornografía, que terminará esclavo de su instinto.

Conclusiones

  1. Hay que aceptar que no todo depende de nosotros y, al mismo tiempo, que nuestras acciones libres nos van transformando en lo que somos, hasta el punto de tener que admitir: “yo me he hecho como soy”.
  2. Contamos en esta tarea de “hacernos”, de formar nuestra personalidad, nuestro modo de ser, con la ayuda de Dios, con su gracia que lo puede todo. La gracia es capaz de transformar unas circunstancias externas muy adversas en ocasión de crecimiento, y es capaz de transformar nuestro carácter, siempre y cuando la dejemos. Si por temperamento somos más impulsivos, si el caballo es más arisco (chúcaro se dice a veces…), por ejemplo, o nos cuesta más el dominio de la impulsividad o de la lengua, la ayuda divina se hace más fuerte para eso, como decía ya santo Tomás de Aquino.
  3. A veces se olvida que responsabilidad viene de responder: ser capaces de dar respuesta. Y para dar respuesta necesitamos de alguien que reciba esa respuesta y la merezca. Para cambiar el modo de ser, hay que dejarse ayudar y tener una motivación: alguien a quien responder, un familiar, los amigos, la sociedad, y sobre todo, para los creyentes, Dios. Tengo que tener en la cabeza, ¿ante quién estoy respondiendo? O ¿Ante quién quiero responder?

* En resumen: La formación de nuestro modo de ser es una tarea que requiere tiempo, todo el tiempo…, pues la personalidad se forma hasta el final de la vida.

La formación del carácter bien sigue el dicho: si tu proyecto dura unos meses siembra arroz, si dura unos años planta árboles, si dura toda una vida forma hombres.

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Wenceslao Vial

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