¿Para qué literatura en tiempos digitales?

No parece que la literatura pueda ser vista como algo importante en tiempos tan digitales y tan apresados como estos que estamos viviendo. La Literatura exige tiempo, calma, y, fundamentalmente, una cierta -aunque sea pequeña- disposición para el asombro. Las buenas lecturas forman los sentimentos, como hemos visto en otros artículos.

Índice de contenido: literatura en tiempos digitales

La literatura nos enseña a ser personas mejores.

Aprender con la literatura a vivir humanamente

La fuerza y el papel de la ficción

Forjar el carácter a través de la ficción

¿Y qué es lo que está pasando con nosotros?

La literatura nos enseña que no estamos solos

La Literatura nos enseña a ser personas mejores

A la pregunta para qué la literatura, me gustaría responder con una pequeña cita de Ítalo Calvino, en que nos dice que la Literatura enseña pocas cosas, pero insubstituibles:

la manera de ver al prójimo y a sí mismo, de atribuir valor a las cosas pequeñas y a las grandes, de encontrar las proporciones de la vida, y el lugar del amor en ella, y su fuerza y su ritmo, y el lugar de la muerte, la manera de pensar o no pensar en la muerte. Y otras cosas necesarias y difíciles como la rudeza, la piedad, la tristeza, la ironía y el humor.

¿No es maravilloso? Es todo esto lo que nos configura como humanos y es precisamente esto lo que nos es negado por toda una sociedad y un modo de vida que nos va haciendo cada vez más cansados, más ansiosos, con menos, con mucho menos tiempo para establecer y fortalecer las verdaderas relaciones personales.

Aprender con la literatura a vivir humanamente en tiempos digitales

La Literatura es el “Laboratorio de Humanidades”, donde aprendemos no sólo lo que es el ser humano sino cómo ser y vivir como seres humanos cada vez mejores. Sobre esto la Literatura sí tiene mucho que decir y contar. Si preguntáramos quién es Hamlet, quién Ofelia, qué nos parece el Quijote o Sancho… no podríamos resumirlo a una o dos palabras que los definieran.

Tendríamos, eso sí, que narrarlos, contar su historia. Y entonces, dependiendo de cómo la contáramos, podríamos hacernos una idea más o menos aproximada, porque cualquier persona es única y, por eso mismo, inabarcable.

Siempre hay algo de íntimo y de misterioso en cualquier persona que, a la vez, es lo que más nos atrae. Ese algo que está mucho más allá de cualquier palabra. Y que se manifiesta en su forma de ser, en su manera única e irrepetible de vivir su vida.

La fuerza y el papel de la ficción

Es verdad que esos personajes son ficcionales, que nunca han existido. Pero ¿nos damos cuenta de cuál es el significado y el sentido de la ficción?

Normalmente “ficción” se utiliza como opuesto a “realidad”. Lo que nos hace pensar que la ficción, por no ser real, es algo falso. Incluso cuando leemos una novela o vemos una película, siempre queda vibrando em el aire la pregunta “pero… ¿eso es real?”, como si por el hecho de que Jean Valjean, Aramis, Milady, Jane Eyre, Aragorn, Arwan, Harry Potter o Hermione fuesen personajes de ficción, acabaría por quitarles toda la fuerza educativa y ejemplar que tienen.

En su origen latino, “ficción” deriva de “fingeo-ere-fictum”. Uno de sus sentidos, sin duda, es “fingir”/ “fingere”, pero su sentido más fuerte y propio (que aún se mantiene en inglés – finger – ) indica el trabajo del alfarero que moldea, da forma, amasa el barro de donde sale un vaso, una jarra, una escultura.

Forjar el carácter a través de la ficción

La ficción de la Literatura moldea y da forma a nuestras almas, forja nuestro carácter, modela nuestros sentimientos. La ficción nos arranca del tiempo físico del reloj y nos coloca en otro tiempo, tan real como ése que es marcado por las agujas del reloj, pero mucho más necesario. Es el tiempo de la forja interior, del endurecimiento, de la témpera de lo humano en cada uno de nosotros.

La ficción nos trae un tipo de conocimiento específico y absolutamente necesario cuando estamos hablando de quién es el hombre y la mujer y de cómo debe comportarse una persona. Es un conocimiento de lo singular y no de lo universal. Un conocimiento del personaje y de mí mismo.

Un conocimiento vital, concreto y existencial, y no un conocimiento abstracto o conceptual. Una ciencia de lo universal concreto. Tan universal como el amor y el odio, la traición y la fidelidad… y, a la vez, tan concreto como Tristán e Isolda, Romeo y Julieta o El Cid y los infantes de Carrión.

La Literatura, explica Antoine Compagnon, de la Academia Francesa de Letras, nos permite una auténtica y profunda “educación sentimental y moral”, porque nos permite

acceder a una experiencia sensible y a un conocimiento moral que sería difícil, incluso imposible, adquirir en los tratados de los filósofos. Por lo tanto, hace una contribución insustituible tanto a la ética práctica como a la especulativa.”.

La Literatura nos da las palabras justas, las que nos hacen “entrar en razón”, “caer en sí”. Nos hace darnos cuenta de lo que se está pasando con nosotros y a nuestro alrededor.

¿Y qué es lo que está pasando con nosotros?

El modelo pasó a ser lo real. Vivir la vida se transformó en vivir en y a partir de normas, principios o categorías abstractas. Vivir de parámetros, paradigmas y protocolos. Como decía Queen, en su Bohemian Rapsody, nada es real.

Todo ha sido reducido a ideas y conceptos y números. Todo se explica ahora por perfiles y avatares. Y, como diría Ortega, necesitamos de la Literatura, porque es ella quien da carne y sangre y huesos a los conceptos.

Para la Modernidad, cuando la realidad sea diferente del modelo o del perfil, el problema siempre estará en la realidad, y no en el modelo; porque, como recordaba Ítalo Calvino, el modelo es siempre por definición perfecto, mientras que la realidad, lo vemos bien, es imperfecta, compleja y confusa. Y por eso, concluía Calvino, haría falta, por bien o por mal, y si fuera necesario, a golpes de martillo y maza, conformar la realidad con el modelo.

La literatura en tiempos digitales nos enseña que no estamos solos

La Literatura, por decirlo de otra manera, también nos enseña, como decía C.S. Lewis, que no estamos solos, que nos somos los únicos en sentirnos cansados o con miedo, o desesperados, o animados que podemos siempre contribuir con nuestro pequeño y pobre verso en este poderoso y sorprendente teatro de la vida, como escribió Walt Whitman:

¿De qué vale todo esto? Respuesta: porque tú estás aquí. Y hay vida e identidad. Porque el poderoso drama de la vida continúa y tú puedes contribuir con un verso.

La Literatura nos da una manera de mirar al mundo a nuestro alrededor y hace que nos impliquemos personalmente. Las palabras de los poetas y de los novelistas renuevan nuestros ojos cansados y desanimados de tanta deshumanidad y de tanta insensatez.

Vemos a través de Shakespeare y de Cervantes y de Dostoiévski y de Tolstói… y vemos a través de Jane Austen y de Emily Brönte o de George Sand y Emily Dickison o de Susanna Tamaro…

Vemos, sí, lo que es dolor, amor, pasión, traición, generosidad, villanía, corrupción, inocencia, honestidad y todo lo que de humano y de deshumano vive a nuestro alrededor y nos habita. Y aprendemos con todos ellos a ser más humanos, mejores seres humanos.

Rafael Ruiz

Literatura recomendada y abundantes reseñas en: delibris.org

Rafael Ruiz
Rafael Ruiz
Rafael Ruiz es profesor de Historia de América de la Universidad Federal de São Paulo (Brasil) y Coordinador del Laboratorio de Humanidades de la misma Universidad. Sus áreas de actuación e investigación son la Historia de la Justicia en el mundo ibérico (siglos XVII y XVIII) y Ética y Literatura en la Salud y en la vida empresarial. Ha publicado libros sobre Historia y Literatura y es autor de la novela "Concerto para Milena".

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