Eliminar el sufrimiento emocional en un mundo feliz

Un mundo feliz. La construcción de la sociedad perfecta (I)

Seguimos con la formación de los sentimientos a través de la literatura. Esta vez analizaremos la novela más famosa del autor británico Aldous Huxley, Un Mundo Feliz[*], escrita en 1932 y ambientada en el siglo XXVI. ¿Será posible eliminar el sufrimiento emocional? ¿Para ser felices, habrá que destruir la familia, la religión, la filosofía y el amor?

Índice de contenido

Eliminar el sufrimiento en un mundo feliz

Una cuestión de educación pública

Buscando la felicidad y eliminar el sufrimiento emocional en un mundo feliz

 

Eliminar el sufrimiento en un mundo feliz

Una de las metas que más ha encandilado a la Humanidad, desde tiempos inmemoriales, fue la posibilidad de reconstruir el Paraíso Perdido. Y no sólo reconstruirlo, sino mejorarlo. Algo que, en pleno siglo XXI, y con todas las promesas que el mundo digital y tecnológico nos ofrecen, se ve como al alcance de la mano.

El presupuesto básico de esta “Utopía perfecta” se apoya en la idea de que cualquier cosa que el individuo quiera y pueda planear, incluyendo la reconstrucción de la propia sociedad en la que vive, podrá ser realizada, hasta tal punto que todo, absolutamente todo, podrá ser conseguido, incluso la satisfacción completa.

Cuando Aldous Huxley escribió su libro, en 1932, todas las utopías e ideologías políticas estaban en plena efervescencia, Su propuesta podría resumirse en alcanzar la felicidad eliminando el dolor y el sufrimiento.

Una cuestión de educación pública

Al comienzo del libro, nos deparamos con un edificio enorme, achaparrado, de 34 pisos, teñido de gris, donde se puede leer:

Centro de Incubación y Condicionamiento de la Central de Londres, y, en un escudo, la divisa del Estado Mundial: Comunidad, Identidad, Estabilidad.

Era allí, en ese lugar, donde se incubaban los nuevos hombres y mujeres, de una forma científica, cuidadosa y exacta. Todos los que eran incubados recibían un tratamiento específico para que las cualidades físicas y morales que cada embrión tuviera y desarrollase a lo largo de su vida estuviesen adecuadas a su trabajo, función y lugar en la nueva sociedad feliz. Era así, y sólo así, que se podría cumplir la misión y meta del Estado Mundial.

Y era también el lugar donde se realizaba el acondicionamiento de los jóvenes para que pudieran conseguir vivir lo más felices que fuera posible, por medio de la repetición de “slogans” que se iban asimilando paulatinamente e consistentemente en sus vidas, Era una repetición constante y continua, incluso durante el sueño:

            —(…) Los vestidos viejos son feísimos —seguía diciendo el incansable murmullo—. Nosotros siempre tiramos los vestidos viejos. Tirarlos es mejor que remendarlos, tirarlos es mejor que remendarlos, tirarlos es mejor que remendarlos, tirarlos…Me gusta volar, me gusta volar, me gusta volar…

La finalidad última y práctica de todo este condicionamiento era la de poder vivir libres de sentimientos y de fuertes emociones, porque los sentimientos y las emociones son precisamente lo que nos desestabiliza y nos puede dejar intranquilos e infelices. En este “Mundo Feliz” todo estaba pensado para que las personas no encontrasen dificultades, para que los relacionamientos no hiriesen, para que las tareas fuesen agradables: un máximo de bienestar y un equilibrio sentimental perfectos y, mejor todavía, sin ningún esfuerzo.

Todo era resultado de un condicionamiento social y unas leyes de conductas que estaban interiorizadas desde niños, No había ninguna distancia temporal entre el sentimiento de un deseo y su satisfacción.

—¡Afortunados muchachos! —dijo el Interventor—. No se ahorraron esfuerzos para hacer que sus vidas fuesen emocionalmente fáciles, para preservarles, en la medida de lo posible, de toda emoción. 

Buscando la felicidad, eliminar el sufrimiento emocional en un mundo feliz

Las relaciones humanas, específicamente las relaciones afectivas y amorosas, no hacían parte del “Mundo Feliz”. Porque quien ama, se preocupa; quien ama, se deja envolver; quien ama, teme perder a la persona amada. Los sentimientos son una enorme fuente de dolores de cabeza y de angustias, pero son también una gran fuente de felicidad y realización.

Los seres humanos somos una estructura bastante compleja. Y más compleja aún es la busca de la felicidad y su realización y su goce. Si dependemos de los sentimientos y de las emociones, sin duda sufriremos. Y si los eliminamos de nuestra vida, quizás podremos disminuir el dolor y el sufrimiento, pero seguro que perderemos la capacidad de ser felices. Por miedo de sufrir, preferimos arrinconar la felicidad.

En el “Mundo Feliz” no era necesario ningún tipo de esfuerzo para tenerse todo lo que se quisiera. Todos podían tener todo y de forma inmediata. Más aún, todos los hombres podían tener todas las mujeres que quisiesen o que les agradasen y viceversa. Con una única condición: dejar de lado el amor, la entrega y el cariño. Porque amor, entrega y cariño exigen exclusividad, dedicación, preocupación, angustia, noches de insomnio, desencantos, incertidumbre.

Lenina, una de las heroínas, tuvo, por un breve instante, la clara percepción de que se estaba enamorando, que quería tener una experiencia más allá de unas relaciones sexuales con cualquier hombre. Estaba ansiosa, preocupada, ni siquiera se daba cuenta de lo que hacía mientras trabajaba. Y acabó contándoselo a su amiga Fanny. Le dijo que creía que se había enamorado de John, el salvaje y que no dejaba de pensar en él.

            —Es absurdo que te abandones a este estado. Sencillamente absurdo — repitió—. Y todo, ¿por qué? ¡Por un hombre, por un solo hombre! – le decía su amiga Fanny.

 —Pero es el único que quiero.

 —Como si no hubiese millones de otros hombres en el mundo.

 —Pero yo no los quiero.

 —¿Cómo lo sabes si no lo has intentado?

—Lo he intentado.

 —Pero, ¿con cuántos? —preguntó Fanny, encogiéndose despectivamente de hombros—. ¿Con uno? ¿Con dos?

 —Con docenas de ellos. Y fue inútil —dijo Lenina, moviendo la cabeza.

Una de las mejores hazañas de la Modernidad, como nos asegura Bauman, ha sido no tan sólo convertir los hombres y mujeres en productos de consumo, con un precio y un tiempo de validez determinados, sino, más aún, los hemos tornado plenamente líquidos.

Lo que tenemos son relaciones líquidas, porque tienen liquidez, son intercambiables. Y como sabemos que podemos ser cambiados, canjeados o desechados a cualquier momento, nos dejamos consumir por la ansiedad precisamente para salir de la relación o cortarla antes que seamos cortados o abandonados. Ya estamos, de hecho, dentro del “Mundo Feliz”. Y ¿hemos podido eliminar el sufrimiento emocional en un mundo feliz?

Rafael Ruiz

 

[*] Aldous Huxley, Un Mundo Feliz (Brave New World). Traducción: Ramón Hernández García, Debolsillo, 2003.

Rafael Ruiz
Rafael Ruiz
Rafael Ruiz es profesor de Historia de América de la Universidad Federal de São Paulo (Brasil) y Coordinador del Laboratorio de Humanidades de la misma Universidad. Sus áreas de actuación e investigación son la Historia de la Justicia en el mundo ibérico (siglos XVII y XVIII) y Ética y Literatura en la Salud y en la vida empresarial. Ha publicado libros sobre Historia y Literatura y es autor de la novela "Concerto para Milena".

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