Afectividad juvenil ante la pandemia

Salud mental y emotividad en tiempos de coronavirus

Poco antes de escribir estas líneas, un joven profesor me pidió ayuda y consejo porque uno de sus alumnos de 16 años había estado a punto de quitarse la vida. Tras una larga conversación con el profesor y antes de ser trasladado al hospital, el chico hizo esta pregunta: ¿Y ahora qué hago?

Esta pregunta me llevó a realizar una investigación en los estudios científicos disponibles, y una encuesta entre algunos directores de colegio en varios países. Los resultados, en proceso de publicación, se presentaron en el Foro Internacional de Gran Sasso.

Los resumo a continuación.

 

Me centraré en 3 aspectos:

1. Impacto de la pandemia en la afectividad de los jóvenes

    Efectos de la pandemia en la afectividad juvenil según los estudios científicos

    Resultados de una encuesta a directores de colegios sobre la afectividad de los alumnos

2. Interpretación psicológica y espiritual del efecto de la pandemia en la afectividad

    Factores que causan malestar emocional en los jóvenes

    Tres crisis de afectividad juvenil previas a la pandemia

3. Promover una nueva resiliencia para aprovechar la crisis del coronavirus

    Estrategias para contrarrestar las 3 crisis que afectan a la afectividad de los jóvenes

    Construir una personalidad segura sobre los pilares de la felicidad

Conclusiones sobre la afectividad de los jóvenes ante la pandemia

 

1. Impacto de la pandemia en la afectividad de los jóvenes

Conocer la afectividad juvenil es clave para la prevención en salud mental, teniendo en cuenta que la mitad de las enfermedades mentales comienzan alrededor de los 14 años, y que, a los 24 años, tres cuartas partes de los trastornos mentales ya se han presentado. Entre estos trastornos se encuentran la depresión, la ansiedad y el síndrome de estrés postraumático, directamente relacionados con la afectividad.

Es demasiado pronto para sacar conclusiones precisas, ya que la pandemia no sólo es reciente, sino que está en curso. Sin embargo, se sabe lo suficiente para intentar prevenir más daños y pensar, por así decirlo, en cómo reconstruir una juventud dañada desde hace tiempo.

Se calcula que el número de jóvenes, entre 0 y 19 años, afectados por la pandemia es de unos 2.590 millones. Comentaré algunos estudios médicos y psicológicos y, a continuación, de una encuesta realizada a directores de colegios y capellanes de 6 países.

Efectos de la pandemia en la afectividad juvenil según los estudios científicos

Los aspectos relacionados con la afectividad de los jóvenes sobre los que he encontrado mayor consenso en los distintos estudios científicos son:[1]

  •  predominio de las emociones negativas: tristeza, miedo, preocupación, irritabilidad;
  •  aumento de la ansiedad y la depresión en la edad escolar y universitaria;
  • aumento de los trastornos alimentarios;
  • mayor impacto en las mujeres adolescentes;
  •  el aumento del consumo de pornografía como alivio de la angustia interna;
  • Los niños más pequeños mostraron más síntomas somáticos;
  •  una mayor separación de los buenos y malos estudiantes a través de los estudios en línea;
  •  la globalización de las noticias ha favorecido el contagio de las emociones negativas.

Los síntomas que aumentaron más claramente con la pandemia en la población infantil y adolescente, en varios lugares empezando por China, son:

  • inquietud;
  • irritabilidad;
  • ansiedad;
  • depresión;
  • dificultades de apego;
  • falta de atención;
  • aumento del tiempo ante las pantallas.

Resultados de una encuesta a directores de colegios sobre la afectividad de los alumnos

Curiosamente, en lugares muy diferentes del mundo parece haber ocurrido algo similar. En varias escuelas se tomaron medidas de precaución y apoyo desde el principio. Las preguntas propuestas fueron:

  1. ¿Qué se ha observado en el mundo emocional de los jóvenes?
  2. ¿Se ha visto un aumento reacciones emocionales anormales, como la ansiedad y la depresión?
  3. ¿Ha habido más intentos de autolesión?
  4. ¿La pandemia ha permitido que se planteen cuestiones más trascendentales, como el sentido de la vida?
  5. ¿Hubo más comportamientos de riesgo, que suelen acompañar a los estados emocionales bajos, como consumo de alcohol, drogas, etc.?
  6. ¿Se ha notado la influencia de las distintas situaciones familiares?
  7. ¿Cómo se desarrollaron las relaciones interpersonales con los compañeros en las diferentes etapas?
  8. ¿Se han observado diferencias según la edad y el sexo?

Se confirma que la pandemia tiene un fuerte impacto en la afectividad de los jóvenes. Según los testimonios, el primer periodo de confinamiento o encierro se afrontó mejor que el segundo, quizá por la novedad. La vuelta al colegio fue un alivio, pero hubo más problemas relacionales, como las dificultades para integrarse en el grupo. Subrayo algunos aspectos que han llamado más la atención.

Sobre la primera pregunta recibí la siguiente carta del director de un colegio de Estonia:

 

 No notamos un gran impacto en el mundo emocional. Tal vez porque Estonia es un país con poca población, no hemos visto el alarmante número de enfermos y muertes de otros países. Y la prensa suele ser menos emocional que en otras culturas. Se mantuvo la calma social y nunca hubo un confinamiento estricto: era posible salir a la calle y el Estado animaba a la gente a salir y moverse. El país está conectado casi al 100% a la red de internet. No se observaron más casos de depresión o ansiedad, quizá porque estos problemas ya existían antes de la pandemia. En cambio, hubo una recaída de los síntomas depresivos o ansiosos en los que empezaban a sentirse mejor.

 

A modo de contraste, copio la respuesta de una escuela en Chile, un país que atraviesa una crisis social y donde la pandemia se ha vivido con extrema intensidad:

 

 El aumento de las reacciones emocionales anormales entre los estudiantes de 13 a 18 años ha sido muy evidente. Tuvimos 5 niñas en 2021 hospitalizadas por depresión y trastornos alimentarios.

 

Los países, la cultura y la forma de gestionar la pandemia influyen, pero el impacto de la pandemia en la afectividad no respetó las fronteras.

En general, no se registraron más casos diagnosticados de depresión o ansiedad, pero se observó un aumento importante de la tristeza como estado de ánimo. En un colegio señalaron que no habían notado un aumento, ya que el problema ya era muy grave antes de la pandemia.

En la cuarta pregunta sobre aspectos más trascendentales, las respuestas me sorprendieron, porque esperaba que la pandemia ayudara a plantearse cuestiones más amplias. Parece que no fue así. Transcribo algunas respuestas:

“Un número significativo de adolescentes expresó, de alguna manera, el deseo de ‘disfrutar, disfrutar porque el mundo se va a acabar'”.

“No se aprovecharon esas oportunidades para valorar más lo cotidiano. Esto llevó a muchos a esperar que la vida se normalizara para “volver a sentirse bien””.

“Les cuesta profundizar y cuando lo hacen les resulta muy difícil alcanzar ciertos ideales”.

El capellán de un centro de hospitalización de COVID me escribía:

 

 Percibes que aquellos que tienen previamente interioridad se plantean con profundidad el sentido de la vida y se transforman. Los que tienen un planteamiento epidérmico, superficial de la vida es más difícil que cambien, por muy duras que sean las circunstancias.

 

Los comportamientos de riesgo parecen haber aumentado, sobre todo tras el fin de las medidas de confinamiento. El consumo de alcohol y drogas disminuyó al principio, probablemente debido a un mayor control de los padres, ya que estaban sin poder salir del hogar, y porque los lugares donde solían consumir estaban cerrados.

La familia se consideró un factor importante. El aislamiento en el primer periodo parece haber tenido un efecto positivo en muchos jóvenes, dándoles la oportunidad de compartir, comer y jugar con sus hermanos y padres.

Desgraciadamente, se observó un aumento de los divorcios, lo que provocó un incremento de la tristeza, la ansiedad, la inseguridad y las reacciones hostiles entre los jóvenes. Destaco una de las respuestas:

“El apoyo de la familia ha sido esencial para salir indemne de esto. Los que no lo tuvieron, se sumergieron más fácilmente en realidades virtuales ficticias en busca de compañía”.

Copio otras respuestas que completan la importancia dada a la familia. Tocan tres pilares del mundo emocional: el sentido de la vida y la felicidad, la autoridad en la familia, el éxito y el fracaso:

 

 Cuando nos reunimos con las familias de los alumnos con dificultades emocionales, vemos que la dinámica suele ser similar. Madres agobiadas, padres un poco más alejados de la situación y que, en primera instancia, quieren que la escuela se encargue de todo. En general quieren que sus hijos sean “felices”, pero al final eso significa que saquen buenas notas para que puedan ir a estudiar lo que quieran, en la mejor universidad.

 

 

 Cuando hay falta de autoridad, incluso cuando los dos padres están presentes, hay problemas como el consumo excesivo de tecnología no filtrada o las fiestas con licor.

 

 

 La baja tolerancia a la frustración y la inmediatez en la que vivimos, que muchas veces es proporcionada por los padres, está complicando las relaciones interpersonales de los estudiantes más jóvenes.

 

2. Interpretación psicológica y espiritual del efecto de la pandemia en la afectividad

De todo esto surge otra pregunta: ¿en qué medida el impacto que observamos en los jóvenes se debe al coronavirus? ¿Qué ha pasado realmente?

La continuidad con una serie de factores pre pandémicos parece clara. Por ejemplo, se sabe que la tasa de depresión aumenta más en los jóvenes que en el resto de la población[2]. Menciono otros puntos, que también se reflejan en los estudios científicos:

  • Problemas familiares
  • Uso excesivo de pantallas y redes sociales
  •  Identidad insegura: existencial, relacional, sexual
  • Baja autoestima y baja tolerancia a la frustración
  • Adicciones
  • Depresión
  • Suicidio

Un problema fundamental es la familia desestructurada. En varios países, 2 de cada 3 niños nacen fuera del matrimonio; y 6 de cada 10 de los pocos matrimonios que se forman se rompen al cabo de un tiempo más o menos largo. Esto provoca una herida en el corazón de los niños y jóvenes y dificulta que crezcan con una afectividad sana y aprendan a distinguir el amor.

Luego están las redes sociales y las pantallas, que están educando a los jóvenes, a veces sustituyendo a la familia. Algunos datos indican que los niños de entre 5 y 11 años pasan unas 2 horas al día frente a las pantallas; entre los 11 y los 18 años, esta cifra se eleva a 3,5 horas. Se calcula que los adolescentes pasan una media de 1.560 horas al año en las redes sociales, lo que equivale al tiempo que pasan en la escuela. Esto, que también provoca una disminución de las horas de sueño, puede ser un factor de estrés, unido a la necesidad de comprobar muchas veces los distintos “like” recibidos, lo que aumenta el cortisol, con todas sus consecuencias negativas para la salud[3].

Las pantallas son como una mascarilla: ambos elementos ocultan parte de la personalidad y pueden servir de excusa para no mostrarse, para evitar el contacto, para ocultar la propia emocionalidad.

Factores que causan malestar emocional en los jóvenes

Entre otros muchos factores que provocan un intenso malestar emocional en los jóvenes, me gustaría destacar tres:

  1. Adicción a las drogasLa marihuana es la droga más consumida entre los jóvenes y se asocia, al igual que otras sustancias, con la alteración de la emocionalidad (apatía o falta de emoción), la depresión y las tendencias suicidas[4]. La adicción refleja el vacío existencial y la desgana por todo, que la gente intenta llenar con “paraísos artificiales”, como decía Frankl.
  2. La identidad débil, en la propia existencia, en la relación con los demás y en una dimensión esencial: la sexualidad. En Estados Unidos y otros países, vemos un gran número de jóvenes, especialmente chicas, que dudan de su sexo y que piden que les bloqueen la pubertad. Las líneas para un diálogo me parece que están bien expuestas en el documento de la Congregación para la Educación Católica de 2019, Varón y mujer los creó. Como base científica, una buena revisión es el Informe Mayer sobre Sexualidad y Género, 2016.
  3. La pornografía, que aumentó durante la pandemia, con efectos negativos en el núcleo emocional de los jóvenes. Con la pornografía, es fácil que un joven confunda la ficción de la sexualidad con la realidad, el amor es sustituido por el placer inmediato y anónimo, la violencia de género aumenta. En las escuelas, esto conduce a un comportamiento más hiperactivo y a falta de atención.

La pornografía forma parte de un fenómeno más amplio, que es la trivialización de la sexualidad. Como ha escrito el Papa Francisco, ” se vuelve muy riesgoso que la sexualidad también sea poseída por el espíritu venenoso del «usa y tira»”[5].

Tres crisis de afectividad juvenil previas a la pandemia

Concluyo este párrafo sugiriendo que el impacto de la pandemia de coronavirus en la afectividad de los jóvenes es mayor porque se une a tres previas que ya existían:

  •  Crisis del emotivismo: la confusión y el desconocimiento de la propia afectividad, que equivale a vivir con un extraño en la propia casa.
  •  Crisis de coherencia, tanto individual como social, ante los grandes problemas, incluida la gestión de la pandemia.
  •  Crisis de sentido o significado, que hace que el sufrimiento y la enfermedad sean aún más oscuros.

3. Promover una nueva resiliencia para aprovechar la crisis del coronavirus

Las pandemias y epidemias del pasado hacen pensar que muchas dificultades mentales pueden aparecer años después del acontecimiento traumático. El estrés patológico, el desapego, el insomnio y la ira pueden experimentarse hasta tres años después de una cuarentena.

Esto nos anima a pensar estrategias de prevención y nuevas formas de resiliencia o caminos para resurgir de las heridas.

Podemos aprovechar la crisis del coronavirus, que no es un castigo de Dios. La etimología de la palabra crisis, que en griego se refiere a la decisión y en latín al cambio, muestra que se puede salir de una crisis más maduro y optimista, o más inseguro e infeliz.

Estrategias para contrarrestar las 3 crisis que afectan a la afectividad de los jóvenes

1. Enséñales a conocer sus emociones. Este fue el objetivo que se marcó Fred Rogers en Estados Unidos, con su programa de televisión para niños, A Beautiful Day in the Neighborhood. En el 2019 se estrenó una película basada en este programa.

Un periodista, Lloyd Bogel, insolente y amargado en todas sus entrevistas y siempre enfadado, recibe el encargo de hacer una entrevista a Rogers para The Esquire, que finalmente se publicará en 1998. Poco a poco, el periodista se transforma, cambiando su mundo emocional, dañado por un fuerte conflicto con su padre, al que no había perdonado.

En la transformación del periodista destacan cuatro puntos: dar un nombre al sentimiento; hablar de lo que se siente; seguido de la necesidad de ser aceptado incondicionalmente desde antes de nacer; y de la necesidad de perdonar.

2. Fomentar la toma de decisiones y el cambio; o, en otras palabras, la conciencia de ser libre y responsable para avanzar en la vida. Esta conciencia lleva a profundizar en el valor del tiempo, cuya gestión se ha mencionado como un factor importante para la resiliencia en la pandemia.

Se requiere el esfuerzo de los padres, de los educadores y de la sociedad para facilitar que los jóvenes desconecten de los estímulos externos, de las redes, y presten más atención a lo importante, con una conciencia focalizada, que es una forma de entender el mindfulness.

3. Buscar el sentido de la vida, ser felizEmily Esfahani, inspirada en Viktor Frankl, habla de los cuatro pilares de la felicidad:

– Sentido de pertenencia: los jóvenes necesitan amar y sentirse amados, alguien que afirme su valor incluso antes de nacer. El entorno natural es la familia, que les acoge como un regalo y les acompaña en su crecimiento y reafirma su autoestima. Las autoridades participan en esta tarea positiva si son coherentes con la bondad y la verdad.

– Propósito: tener un proyecto o sentido en la vida que guíe los pasos. Aquí entra en juego el motor de la inteligencia emocional: el autocontrol y la capacidad de esperar, precisamente porque “tengo un propósito”. Esta afirmación teórica se ha confirmado en la pandemia actual, donde se ha demostrado el efecto beneficioso del autocontrol en la reducción del estrés mental[6].

Tener un gran propósito lleva a quererlo. He aquí la respuesta de un estudiante sobre el aprendizaje en línea a distancia, a causa del confinamiento por la pandemia:

 

 La verdad es que da igual que las clases sean online; si quiero aprender, aprendo, y si no quiero, no lo hago.

 

Creo que esa afirmación es básicamente cierta. Cuando queremos algo de verdad, cuando el amor nos mueve, todo se vuelve más fácil. Si no hay deseo de hacer las cosas, si no hay amor, toda circunstancia es una excusa para postergarlas.

– Trascendencia: salir de uno mismo, hacia los demás y hacia Dios, dando cabida a experiencias trascendentes. Esto fue aplicado intuitivamente por un profesor en esta crisis:

 

 Al principio de una clase online les dije a los alumnos que salieran al exterior durante unos minutos, sin música ni teléfonos, en silencio. Volvieron más felices y relajados. Comentaron que llevaban mucho tiempo queriendo salir… pero sin salir. Algunos necesitan, concluyó el profesor, “un pequeño empujón”

 

Estos “pequeños empujones” pueden ser un paseo, la lectura de una novela, una pieza musical, la contemplación de la naturaleza, la meditación, etc.

Lo que hace falta en muchos países es una educación más abierta a la contemplación, al arte, a la belleza, a la bondad…, que abra la puerta a la trascendencia.

– Narrativa: la forma en que contamos la historia de nuestra vida, con lo que ha sucedido y nuestras heridas. Significa conocer nuestra historia y asumirla, sabiendo que, sin poder cambiarla, podemos interpretarla de otra manera con una actitud más positiva.

Construir una personalidad segura sobre los pilares de la felicidad

Estos cuatro pilares ayudan a construir una personalidad más segura, que es esencial para la resiliencia. Muchos jóvenes que no tienen una vida fácil y han sufrido grandes heridas pueden adquirir la fuerza necesaria para volver a levantarse si se les da seguridad. Y esto requiere una acción coherente y conjunta de las familias, los educadores, los distintos ministros religiosos, los políticos, etc.

Las estrategias de resiliencia para superar la pandemia propuestas hasta ahora, con esfuerzo y muy bien hechas, incluyen actividades deportivas, socialización presencial o en red, gestión del tiempo y de las relaciones sociales y familiares, ayuda de los padres, profesores y pediatras, etc.[7]

Un enfoque global que mire al futuro puede seguir profundizando. Se necesita más seguridad para cada joven, basada en el valor que cada uno tiene como persona. Como demuestran los estudios mencionados anteriormente, esta seguridad se consigue y se confirma en la familia.

Puede crecer en los jóvenes y en todos la convicción de que cabe ser mejores personas.

Conclusiones sobre la afectividad de los jóvenes ante la pandemia

Espero que algunas de las ideas de esta investigación sirvan para responder la pregunta de aquel joven que intentó quitarse la vida, mencionado al principio, y a la de muchos otros que no llegan a ese extremo de sufrimiento, pero se preguntan: “¿y ahora qué hago?”

Podemos ayudar a los jóvenes a recuperarse con una actitud positiva. Y esto consiste en fomentar los estímulos auténticos, aprender a apreciar la bondad, la belleza y la verdad. Esto es lo que llena el corazón y hace que la persona se sienta bien, lo que va acompañado de buenas acciones y buenos pensamientos, con buenos resultados individuales y sociales.

El corazón emocional se caracteriza por ser el lugar del deseo, la decisión, la verdad y el encuentro. Hay muchas preguntas posibles: ¿Qué deseo y por qué? ¿Soy capaz de elegir un proyecto que merezca la pena? ¿Opto siempre por la verdad que me hace libre? ¿Salgo al encuentro de los demás y considero la posibilidad de ayudar y servir? Para los creyentes, es más fácil encontrar a Dios en los cuatro componentes.

Concluyo con las palabras del Papa Francisco referidas a la crisis del coronavirus: “Peor que esta crisis, es solamente el drama de desaprovecharla”[8].

Wenceslao Vial

 

[1] En la publicación aparecen las referencias completas. Como ejemplos: Elizabeth A. Rider, Eman Ansari, et al, Mental health and wellbeing of children and adolescents during the covid-19 pandemic, «British Medical Journal», 2021, 374: n1730; Jane Pirkis, et al, Suicide trends in the early months of the COVID-19 pandemic: an interrupted time-series analysis of preliminary data from 21 countries, «The Lancet Psychiatry», 2021, 8: 579–88; Marcela Larraguibel, Rodrigo Rojas-Andrade, et al, Impact of the COVID-19 Pandemic on the Mental Health of Preschoolers and School Children in Chile, «Revista Chilena de Psiquiatría y Neurología de la infancia y la adolescencia», Vol. 32, Nº 1, pp. 12-21; Scarlett Mac-Ginty, Álvaro Jiménez-Molina, et al, Impact of the COVID-19 pandemic on the mental health of university students in Chile, ivi, pp. 23-37; Carlo Buzzi, Maurizio Tucci, et al, The psycho-social effects of COVID-19 on Italian adolescents’ attitudes and behaviors, «Italian Journal of Pediatrics», 2020 May 24, 46(1).

[2] La prevalencia de depresión entre jóvenes entre 13-18 años en los Estados Unidos es del 11%. Las mujeres tienen episodios más graves. La tasa de suicidios está en aumento desde hace más de 10 años y es la segunda causa de muerte en los adolescentes: cfr. Leslie Miller, John V. Campo, Depression in Adolescents, «New England Journal of Medicine», 2021; 385: 445-449.

[3] Cfr. Pooja S. Tandon, Chuan Zhou, Association of Children’s Physical Activity and Screen Time With Mental Health During the COVID-19 Pandemic, «JAMA Network Open», 2021, 4(10): e2127892; Gadi Lissak, Adverse physiological and psychological effects of screen time on children and adolescents: Literature review and case study, «Environmental Research», 2018 Jul, 164: 149-157.

[4] Leslie Miller, John V. Campo, Depression in Adolescents in «New England Journal of Medicine», 2021; 385: 445-449.

[5] Francisco, Exhortación apostólica Amoris Letitia, 2016, n. 153.

[6] Tatjana Schnell, Henning Krampe, Meaning in Life and Self-Control Buffer Stress in Times of COVID-19: Moderating and Mediating Effects With Regard to Mental Distress, «Frontiers in Psychiatry», 2020 Sep 23.

[7] Cfr. Michela Deolmi, Francesco Pisani, Psychological and psychiatric impact of COVID-19 pandemic among children and adolescents, «Acta Bio Medica: Atenei Parmensis», 2020, Vol. 91, N. 4: e2020149; Shweta Singh, et al, Impact of COVID-19 and lockdown on mental health of children and adolescents: A narrative review with recommendations, «Psychiatry Research», 293, 2020, 113429.

[8] Francisco, Homilía, 31 de mayo 2020, solemnidad de Pentecostés, Basílica de San Pedro.

 

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