Dignidad humana, cuidados paliativos y eutanasia
Fui como tú... Ruega por mí. Esta frase, que leí en un campo santo de la isla de Chiloé, puede cambiar la vida.
Cada mes de noviembre nos
recuerda que la vida humana termina. En su nuevo libro, el sacerdote y médico, Pablo Requena Meana, delegado del Vaticano en la Asociación Médica Mundial, muestra cómo la
esperanza cristiana ilumina esta realidad.
Vivir felices pensando a la Vida
La muerte es una de las pocas realidades ineludibles. En ocasiones lograremos retrasarla, pero antes o después llamará a nuestra puerta. Lo que sí podemos elegir es el modo de prepararnos para esa llamada, en especial cuando la enfermedad se posesiona de nuestra existencia.
La eutanasia abre la puerta equivocada
Al recomendar la eutanasia, algunas personas promueven la posibilidad de abrir esa puerta antes de tiempo. Sin embargo, nadie pediría anticipar la muerte si no se encontrara en una situación desesperada. Para los humanos, ese modo de terminar con el sufrimiento resulta burdo, incompatible con nuestra alta dignidad, como algunos filósofos modernos razonan.
Los cuidados paliativos abren la puerta a la esperanza
Por otra parte, la medicina moderna y el conjunto de la sociedad tienen capacidad para ofrecer algo mejor: los cuidados paliativos.
En los últimos años esta rama de la medicina ha conseguido que el momento de la muerte pueda ser vivido con sentido, serenidad y dignidad, afrontando aquellos síntomas que provocan inquietud y miedo en el imaginario colectivo. Gracias a estos cuidados, muchas personas han tenido una «buena» y humana muerte.
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