Camino de la felicidad: perdonar, perdonarte y olvidar...
Por Javier Vidal-Quadras
‘Purificar la memoria’ es una feliz expresión de Jutta Burggraf y un
proceso fundamental para ser feliz. Una mala memoria puede ser una buena
aliada de la felicidad, sobre todo si olvida lo negativo, cosa que no es
fácil porque los sucesos negativos suelen tener más impacto que los
positivos.
La memoria es una facultad humana en ciertos aspectos incontrolable.
Con entrenamiento se puede incrementar la capacidad de recordar, pero mas
difícil es mejorar la capacidad de olvidar. ¡Qué útil sería poder borrar de
la memoria selectivamente aquello que nos hace daño, nos entristece, nos
deprime, nos irrita o nos sulfura! Si no recordáramos las ofensas, no haría
falta perdonar, no experimentaríamos sed de venganza; si olvidáramos
nuestros grandes defectos, impotencias y debilidades, si se esfumaran las
humillaciones del pasado, evitaríamos muchas de las pequeñas o grandes
depresiones que nos acechan cada día.
Sin embargo, esta capacidad de borrado nos deshumanizaría: acabaría
eliminando buena parte de nuestra experiencia vital y, al anular eventos
vividos, nos restaría también previsión ante los acontecimientos futuros. En
el fondo, la frase ‘perdono, pero no olvido’, dicha sin ningún sesgo de
rencor, es una verdad como un templo: te perdono, pero no puedo olvidar por
más que lo intento. De hecho, el empeño en olvidar es un tanto absurdo
porque suele provocar una presencia más intensa del recuerdo ingrato, que
acaba grabándose aún con más fuerza.
Sanar, limpiar y depurar la memoria...
Purificar la memoria es otra cosa. Consiste en sanar, limpiar, depurar los
recuerdos. Purificar la memoria es recordar las ofensas como perdonadas, las
debilidades como aceptadas, los errores como comprendidos… Recuerdo el
hecho, pero he sido capaz de transformarlo, lo reinterpreto, lo sano y
rehabilito con un significado nuevo: el perdón, la aceptación, la
comprensión. Entonces sí puedo decir ‘perdono y olvido’, porque aquí olvidar
no consiste en dejar de recordar, que no está en mi mano, sino en recordar
sin dolor.
Sin este paso es muy difícil perdonar y perdonarse. Si no soy capaz de
desnudar el recuerdo de su carga interpretativa, del significado subjetivo
que le atribuyo, entraré en una espiral interminable de rencor, crítica,
autocompasión o depresión. Sin este paso, la mente se nubla, los defectos se
agrandan, las virtudes se ignoran, la realidad se distorsiona y se acaba
perdiendo de vista. Los abogados lo vemos a menudo. Corazones cerrados en sí
mismos, incapaces ya de descubrir en el otro un atisbo de bondad o de
humanidad. Llega un momento en que todo se malinterpreta y se falsea con la
sola intención, muchas veces inconsciente, de confirmar los propios
prejuicios. Nuestros propios miedos no nos dejan ver y acabamos atrapados en
un pasado que, en realidad, ya no existe en otro lugar que no sea nuestra
memoria.
Perdonar es decidir: una cuestión de libertad
No es fácil, lo sé. Es, primero, una cuestión de libertad. Solo yo puedo
decidir hacerlo. Pero, claro, también puedo elegir culpar a los demás, y
alimentar así el rencor y la soberbia, o culparme a mí mismo, y hacerme así
víctima y compadecerme. A veces, hay un placer oculto detrás de esta
actitud. Unos y otros son pensamientos negativos que no dejan aflorar los
positivos, modelan la emoción y me predisponen en un sentido u otro,
normalmente en mi propio perjuicio.
El secreto consiste en centrarse en el sentimiento (la rabia, la ira, el
resentimiento…) y dejar de luchar contra él con interpretaciones y
pensamientos (lo hizo adrede, lo sabía, quería hacerme daño, tenía que,
cómo me pudo pasar, cómo no se me ocurrió…) que acaban manipulando el
mismo sentimiento y distorsionan la realidad para que el ego (¡ah, la
soberbia!) se vuelva a apoderar de mí. Sí, sientes rabia, dolor, rencor,
desánimo. No pasa nada. Es lo humano. Déjalos fluir, déjalos ir, que
sigan su curso hasta que vayan languideciendo.
Y, cuando se adormezcan, podrás ver con gratitud una parte de ti que
tienes que abandonar y te da la oportunidad de crecer como persona. Cuando
llegues aquí y seas capaz de recordar el hecho sin que te duela, como un
acontecimiento biográfico más, habrás purificado la memoria y podrás
perdonar, perdonarte… y olvidar. Habrás transformado el dolor en
gratitud.
Fuente: javiervidalquadras.com
1 Comentarios
Me ha parecido muy interesante y que da recursos que me han servido.
ResponderEliminar